Descubrí la otra cara de París más allá de la Torre Eiffel
Paris Francia
Oh là là Paris!
Oui, oui. Luego de nuestra visita a Nantes, tomamos el tren directo a Paris.

Es hermoso viajar en tren, recorrer estas regiones y al mirar por la ventana del mismo, observar la arquitectura y los paisajes mientras viajas cómodamente. Vas disfrutando cuando de repente, a lo lejos, la ves a ella imponente, radiante, la mismísima Tour Eiffel (Torre Eiffel). Y así fue, estaba ahí impoluta ante nuestra llegada, fascinados la admiramos antes de perderla entre la arquitectura. Esa hermosa torre de hierro que alguna vez fue el horror de París hoy es su mayor orgullo, merece un capítulo aparte. Aunque seguramente cualquiera de las diferentes maneras de llegar a esta ciudad debe ser hermosa, creo que la experiencia de llegar en tren es única, sobre todo con esa imagen así descrita. Cuántos migrantes han de haber llegado antes en estas máquinas (también ahora) y cuántos turistas, artistas y demás han vivido la experiencia.
La ciudad luz (la ville lumière) como también la llaman, situada a ambos márgenes de las sinuosas aguas del río Sena te impregna de magia.
Día 1
Salimos de Nantes cerca del medio día rumbo a Le Mans donde hacíamos combinación rumbo a Paris. Llegamos a la estación de Montparnasse junto con miles de personas más, realmente una locura. Luego de contactar con el dueño del departamento tomamos ahí mismo un subte para llegar a nuestro alojamiento. La verdad ya teníamos ganas de salir a recorrer, pero primero había que dejar las maletas. En teoría al llegar al domicilio teníamos que conectarnos a una red de wifi y con eso nos comunicábamos o nos habilitaba el código para sacar la llave (en Francia y muchos lugares algunos dueños de deptos dejan la llave en una caja con un código). Bueno resulto ser que el wifi no andaba así que estábamos incomunicados (recordamos que en todo nuestro viaje no usamos datos). En ese momento llego un señor con su baguete bajo el brazo, muy cliché, y sorprendido por nuestra presencia trato de comunicarse con nosotros para ver que hacíamos allí, con una mezcla de poco inglés, francés y algo de español pudimos darnos a entender. Aparentemente no era la primera vez que había extranjeros varados en el palier del edificio. Sinceramente a pesar de poder comunicarnos poco, el señor resultó ser extremadamente amable, aunque rezongaba de la mala logística del dueño del departamento de alquiler, ya que le parecía inseguro encontrar gente y no saber si realmente son turistas o amigos de lo ajeno. Fue tan amable que incluso nos prestó su teléfono para poder llamar a quien nos alquiló el departamento. Primero le hablo él en francés y lo “maltrató” un poco y luego nosotros. Una vez resuelto eso quedamos a la espera de que viniese a abrirnos.
Ya una vez en el depto (que no era el de las fotos) o mejor dicho no estaba muy limpio y cuidado. Nos acomodamos un poco, dejamos las cosas y decidimos salir a recorrer.
CONSEJO: este es uno de los casos donde a veces conviene gastar más dinero pero estar cómodos. Si bien nos pudimos acomodar, no estuvimos muy cómodos en nuestra estancia en este lugar y aunque el alojamiento en Paris es difícil, justamente es mejor gastar un poco más y estar realmente cómodo ya que estamos en Paris, ósea hay que disfrutar.
Realmente una decepción el departamento, no era lo que esperábamos, casi ni quisimos usar la cocina de lo mal que estaba y ni hablar del baño. Pero bueno eso no nos iba a desanimar, estábamos en Paris. Esta ciudad es cultura y glamour pero también es caos, bohemia y ratones, sí sí leyeron bien ratones, o se pensaron que la película de ratatouille es casualidad. Ya les contaremos más de los ratones pero como decíamos, dejamos los bolsos y a recorrer las hermosas y bohemias callecitas de París. Nuestro alojamiento estaba en el distrito XVII, era barato dentro de la oferta (grave error como contamos) pero estábamos relativamente cerca del barrio Montmartre y teníamos buenas conexiones para manejarnos fácilmente. En sus calles hay numerosos barcitos y callecitas, no es una zona turística de por sí, aunque todo París es turístico. Sobre todo hay bares de moda en la Place de Clichy, una zona más movida en los límites entre este barrio y Montmartre. Aquí está el cementerio donde yacen varios escritores y artistas conocidos como Cortazar, Samuel Beckett, Simone de Beauvoir, también encontramos el famoso Moulin Rouge y mucho más.





Caminando vimos los famosos carteles del metropolitan, foto de por medio y nos atrajo la atención este cruce de avenidas por el movimiento de gente. Aquí comenzamos a sentir Paris, nos cruzamos la escultura de un mundo manzana y un mingitorio público al aire libre donde regabas las plantitas (ver la foto para ser más gráficos) casi por inercia llegamos de casualidad al Mouline Rouge, lugar icónico de esta ciudad, uno de los primeros cabarets de la belle epoque, momento de apogeo de las artes, tanto en pintura con Toulouse-Lautrec o el cine con hermanos Lumiere, también por la mescla social y cultural que se generaba. Como era de esperarse sacamos mil fotos, no dejamos de apreciar ese molino que no para de girar y de imaginar la época por aquellos años. Por supuesto que fuimos tentados, aunque no estaba en nuestros planes, a pagar para ver un espectáculo de este lugar tan lujurioso. Creo que estuvimos media hora decidiendo. Por suerte y no tanto la razón venció al impulso y desistimos pues la entrada no era muy accesible aunque creemos que la experiencia lo valdría. Pero tomamos esa decisión y tampoco nos arrepentimos ya que ese dinero se podía disfrutar de otras maneras y todavía faltaba mucho viaje.




Después de recorrer un poco más el lugar seguimos nuestro camino. Vale aclarar que este día no teníamos ningún itinerario planeado, salimos a perdernos en la ciudad, pero por supuesto la intención era llegar a la tan codiciada Torre Eiffel. Tomamos el Boulevard de Courcelles y caminamos bastante. La verdad que esperábamos poder encontrar algo que nos llamara la atención pero esta fue de las pocas ocasiones que no funcionó. Tal vez nuestros ojos no iban muy atentos pero no vimos más que un parque, Parc Monceau, con algunas decoraciones bonitas. Queríamos llegar al arco del triunfo y descansar un poco, aunque en el mapa parecía menor la distancia, no lo fue tanto. Pero continuamos, la tarde iba cayendo y comenzamos a notar ese color violáceo en el cielo tan característico de Francia y que hemos apreciado tanto en pinturas como en fotografías.






Finalmente llegamos al Arc de Triomphe construido para conmemorar las victorias de Napoleón, con los nombres de todas las victorias y generales franceses inscritos en sus superficies externas e internas y donde convergen 11 avenidas. Luego de admirar el arco y sus bajo relieves y tomar unas lindas fotos esquivando la multitud de turistas que no les importa nada (todo bien, pero es una realidad que donde hay un lugar turístico algunos invaden y muchas veces no respetan si hay alguien antes que ellos, no hagan eso por favor viajeros). Continuamos camino por Av. des Champs-Élysées o campos elíseos, famosa por sus boutiques de moda y diseño, desemboca en la Plaza de la Concordia (donde se celebraban las ejecuciones). Caminamos y disfrutamos un poco de esta zona, antes de llegar a la plaza de la Concordia nos desviamos ya que queríamos ver la Torre.
En ese desvío encontramos una postal hermosa con la torre ya iluminada. Pues la noche iba cayendo, el cielo azulado y la bandera de Francia ondeando hermosamente, era como un faro magnético que te llamaba, ya que tiene en su cima una luz que va girando cual faro justamente.
Caminando por esta diagonal llegamos de casualidad al Flamme de la Liberté. Es una réplica del mismo tamaño de la nueva llama situada en el extremo de la antorcha que lleva en la mano la Estatua de la Libertad de New York. Desde aquí se pueden conseguir unas hermosas fotos con el río Sena y la torre de fondo. Aquí comenzamos a sentir el amor de París, ese momento mágico tan esperado por siempre que al fin se hacía realidad. Describirlo es imposible. Aquí realmente supimos que los sueños pueden cumplirse.
Continuamos caminando a orillas del Sena para luego cruzar un puente, Passerelle Debilly, y estar del lado de la torre. Llegar hasta ella no fue sencillo ya que estaba tapiada a causa de los atentados recientes y por la probabilidad de nuevos ataques. Además que había construcciones y bueno medio complicado, como para sumar ansiedad. Al fin llegamos pero ya en ese horario no se podía subir sino ya hubiésemos cumplido esa parte en ese momento. De todos modos nos quedamos en los Campos de Marte, admirando la Torre Eiffel iluminada, ya que había comenzado el espectáculo de luces. Sacamos nuestra viandita / cena y nos sentamos en un banco a disfrutar. Reconozco que hacía un poco de frío y teníamos ganas de ir al baño pero aguantamos y disfrutamos. En un momento escuchamos un ruido en un tacho de basura que había cerca, cuando miramos eran dos ratas enormes en la penumbra peleando por la comida, pensamos. Por supuesto nos alejamos un poco pero bueno, estas criaturas habitan estos lugares sobre todo en la noche, digamos que son parte del paisaje como les comenté antes.






Después de admirar y tomar algunas fotos más recorrimos un poco los campos, aunque ya era de noche y hacía frío, había por supuesto mucha gente, también varios vendedores haitianos y africanos que prácticamente regalaban los souvenirs de la torre y hasta regateaban. Compramos algunos llaveritos ya que la oferta era demasiado buena y de paso cumplíamos con algunos allegados. Luego nos dirigimos al Subte y a dormir.